"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 31 de octubre de 2011

Camino de vuelta a Marrakech


Volver a una ciudad como Marrakech no es fácil. Mi retorno a este lugar lleno de encantos y de sinsabores lo tenía pactado conmigo mismo desde el mismo momento en que lo abandoné en un autobús en el que viajaba con 50 compañeros de la universidad, allá por 2006.

Sin embargo, habían pasado cinco años y no acababa de encontrar el momento idóneo, y tal vez la compañía, para regresar. Una vez estuve allí sólo tuve un momento de dudas: cuando Antonio y yo bajamos del autobús que nos llevaba del aeropuerto al hotel y nos empezaron a rodear varios marroquíes.

No puedo negar que me puse en guardia. Una ciudad extranjera con grandes índices de pobreza y te encuentras con tus maletas en un auténtico alarde, involuntario, de mostrar posesiones. Mi actitud alerta duró 30 segundos, los suficientes para recordar donde estaba: uno de los países más hospitalarios que conozco en los que la gente se preocupa por todas las personas que hay alrededor y más si éstas constituyen una novedad y pueden tener euros. Mezcla de interés, supervivencia y humanismo.

Después de coger un par de teléfonos y de asegurarles que si necesitábamos un conductor para ir a las cataratas o al desierto les llamaríamos, a pesar de que les habíamos puesto en sobre aviso de que casi todo “lo íbamos a hacer a pata”, porque “no hay dinero”, nos salimos de esa nube de curiosos que nos habían rodeado.

En ese momento agradecimos los mensajes de bienvenida, mensajes que cuando llevas una semana y te los siguen repitiendo en ocasiones resultan pesados como algunas actitudes de pocos marroquíes que en vez de comerciar, buscan engañar. Sobre todo en Ourzazate.

El primer día que llegas a la ciudad, sin dormir y desubicado no es el mejor para ir al zoco. Sin embargo, Antonio y yo estábamos ansiosos de empaparnos de Marrakech y la segunda ciudad de Marruecos y el zoco son la misma cosa. Así que dejamos las maletas y nos fuimos a regatear y a demostrar que “éramos españoles” y que podíamos sacar buenos precios.

Antes de entrar en el zoco es obligatoria una parada en la Plaza Jamaa el Fna para tomarse un zumo de naranja recién exprimido en uno de sus cincuenta puestos. Cuando me fui de Marruecos el vaso de zumo costaba tres dirhams (con posibilidad de sacarlo por dos) pero ahora costaba cuatro. No sé que rollo me contaron sobre el precio de la fruta que había subido mucho, pero no estábamos dispuesto a pagar un 25% más, así que todos los zumos los pagamos a tres dirhams.

La compañía en Marruecos era la adecuada. Antonio y yo, desde el primer día, teníamos el aguante suficiente para estar ocho horas en el zoco sin que ninguno de los dos diera muestras de flaqueza. Es cierto que para aguantar el primer día nos vinieron muy bien los cuatro tés moros que nos tomamos, dos de ellos gratis. El primero nos costo 0,75 euros, en el hotel, y el cuarto, una alfombra que ahora tengo en mi habitación a la que he cogido tanto cariño como manía al tipo que me la vendió por pesado y por mentiroso.

El zoco es agridulce. Nosotros ya conocíamos las condiciones, y la máxima: “hay que regatear hasta la extenuación”. Sin embargo, en el primer puesto nos la clavaron: 35 euros por un bolso y cuatro cinturones.

Es cierto que si se compara con el precio español, no está mal. Pero cuando vas a Marruecos tienes que tener claro donde estás. Sin ánimo de aprovecharte de nadie, allí con 5 dirham (50 céntimos de euro, más o menos) come una familia numerosa un día. Y el precio de las cosas tiene que ser acorde al coste de la vida. Así que sí, en la primera compra habíamos demostrado que no estábamos en forma.

Sin embargo, el zoco tiene una cosa muy buena. Cuando pierdes en una compra, la siguiente la consigues a un precio bastante mejor de lo normal. Una adquisición cara sirve para despertarte y hace que te des cuenta de que a ese ritmo no duras ni dos día en Marrakech.

Así que a lo largo de los cuatro días que deambulamos por Marrakech recuperamos el dinero perdido y de hecho tomamos la determinación de que si nos daban un primer precio muy alto nos iríamos indignados. Ante una primera cifra elevada es imposible conseguir una buena compra y hay algunos precios que mosquean porque parece que llevas un cartel que pone “estáfame”.

Pasear por Marrakech es impresionante. Cualquier cosa vale para divertirse y también para que pongas en peligro tu dinero. Para que no sea muy largo este post, en los próximos artículos hablaré del estilo peculiar de jugar a las damas que tienen en ‘la Tierra de Dios’ (que es el significado de Marrakech en bereber), de como puedes acabar en un bar de putas (sin pagar, claro) después de pasar por el Renault de 1968 de un periodista francés que te recoge en la carretera, de como te pueden birlar 20 euros (que luego recuperas con algo de esfuerzo), sin dejar de lado la experiencia de dejarse algo más que las inglés encima de un camello.

Volver a Marruecos era un reto porque guardaba un gran recuerdo del primer viaje y temía enturbiarlo. Era difícil, pero en esta segunda visita he conseguido mejorar el sabor que guardo del viejo Marrakech gracias a la experiencia, a mi gran amigo y hermano Antonio, a Dani, David, Leticia, Marta y a las francesas que nos encontramos en el camino. Sé que la próxima vez será diferente y que este viaje es insuperable, pero volveré.

lunes, 24 de octubre de 2011

23-O, EL DÍA EN QUE CAMBIO LA SUERTE


El partido marchaba bien para los intereses del Parásitos a falta de ocho minutos para el final. 2-3 a favor, frente al Bar Mariano que portaba la elástica del Málaga y que en 42 minutos no había conseguido incomodar la meta del equipo verde en jugada, ya que los dos goles habían llegado a balón parado.

Sin embargo, Pablo, que debutaba ayer en la temporada 2011-12, entregó mal un pase y dejó solo al delantero rival con lo que llegó el empate. El esfuerzo, el coraje del ‘21’ durante todo el partido se diluían por la falta de precisión.

En la siguiente jugada el error se repetiría pero en las botas de Antonio. El ‘8’, que antes había sacado un corner perfecto para que lo remachará Fran, asistió al punta rival que, ante el nuevo regalo, no tuvo ningún problema en batir la portería verde. El Green Team tenía pinta de sumar su segunda derrota en un partido que había dejado escapar por tres errores clamorosos –el segundo tanto del Bar Mariano también fue un fallo de Hugo y Nacho que no despejaron un balón bombeado que venía de una falta que no era–.

Sin embargo, ahí apareció el espíritu de la cerveza de después del partido, de las piñas antes del encuentro, del grito ‘P-A-R-A-S-I-T-O-S que desgarra la garganta de los pulgones cuando juntan sus manos y Nacho –portero y capitán– pregunta ¿Qué somos? Pero sobre todo apareció Fran, enorme durante todo el partido, con la pelota cosida a los guantes que tiene por botas para driblar desde la banda izquierda
a tres adversarios antes de caer y forzar el penalti que daría el empate a cuatro.

Mal menor, en un partido que debería haber estado ganado desde hacia muchos minutos, si no hubiera sido por los tres fallos ya mencionados y por un penalti que se inventó el arbitro cuando el tanteo del partido era de 0-1 en favor del Parásitos. Pero Luis, que este año ha decidido entrar en la temporada por la puerta grande, la enganchó y la pegó a romper al centro de la portería con la fortuna de que el portero no logró atajar el esférico y éste acabó en su propio arco.

El encuentro moría y el 4 a 5 a favor del Parásitos era una realidad. La suerte cambiaba de bando y por una vez favorecía al Green Team. Y es que el Parásitos ha pasado de ser un equipucho que baja la cabeza a ser un grupo de amigos que se junta cada domingo, que sueña y que siempre mantiene los ojos al frente y las mandíbulas tensas.

*****Notas del partido*****

Enorme: Fran y Luis. Se han repartido los goles del equipo y entre los dos suman ya 8 chicharros en dos partidos.

Canijo: El árbitro, también apodado el Carajillo. Prepotente y arrastrando la voz como si estuviera embriagado pitó un penalti que nadie vio en contra del Parásitos y que supuso el empate a uno del Bar Mariano. Seguramente en su imaginación la pena máxima la cometió un unicornio. El resto del partido señaló las faltas al revés. Para meterle en una nevera sin nada dentro, aunque el pobre iba a pasar sed.

El tamaño no importa: Nacho volvió a la portería después de recuperarse de la rotura de su dedo durante la pretemporada. Antonio, por su parte, sumó la tercera victoria consecutiva como entrenador-fotógrafo del Parásitos. El primer partido oficial estuvo convocado en Marrakech, en compañía de Pablo, por lo que no pudo ser talismán.