"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 31 de enero de 2011

INTENSIDAD DE PRINCIPIO A FIN

Aunque parezca mentira que pueda titular de esta forma una crónica del Parásitos, es lo que aconteció ayer domingo en el encuentro que disputaron los verdes contra el Sporting Castilla. Perder 6-2 nunca es una buena noticia, pero el Parásitos por fin ha encontrado un sistema que funciona (3-2-1) y, además, durante todo el partido frente al tercer clasificado de la liga mantuvo la compostura y la intensidad durante los 50 minutos que dura el encuentro.

Por primera vez en la temporada, la escuadra lechuguera no se desarmó durante la segunda parte y logró un parcial idéntico al de la primera mitad (3-1). Para ello, fue decisiva la entrega que mostró el Parásitos en su totalidad desde el portero Nacho hasta el delantero Chavi que firmó el mejor partido de la temporada, derrochando compromiso y consiguiendo el 4-2 cuando faltaban 7 minutos.

Durante el partido hubo momentos de calidad, en el que el balón circulaba entre los jugadores verdes, sin prisa, elaborando la jugada desde la defensa con un magistral Hugo, que como siempre estuvo atento y contundente al corte, dejándose literalmente la piel en el campo. Además, contra el Sporting consiguió sacar la pelota desde la cueva con mucho criterio.

Luis y Javi aportaron calidad y verticalidad en el juego y Pablo y Tony entrega, coraje y algún buen pase que apunto estuvo de poner las cosas más complicadas al contrincante. También hay destacar a Quique que marcó el 3-1 de falta y que además estuvo sobrio, igual que Ricardo, en la defensa. Si todos los duelos que quedan para que acabe la liga se disputan de la forma en la que se hizo ante el Sporting, todavía es posible creer en la victoria.

El último párrafo de la crónica de hoy se la quiero dedicar al Carajillo, el mejor árbitro de la liga porque demuestra que se puede dialogar con los jugadores sin que nadie te discuta las decisiones de las que nadie duda que las tome con buena fe. Lleva mil años arbitrando y no me extrañaría que pitara mil más, porque lo cierto es que a penas se mueve del mediocampo. Risueño, cordial, amistoso, pero sancionador si tiene que serlo. Se equivoca como todos, pero es más humano que ninguno.

CUANDO NO SE SABE GANAR

Ésa es una mala práctica de un equipo de fútbol, aunque sea la de una escuadra que juega en una liga de barrio. El pasado domingo el Parásitos volvió hacer una demostración de como se puede tirar un partido en 10 minutos.

El encuentro marchaba 3-0, sin que sirva de precedente, a favor del Parásitos. Dos goles en la primera parte de Fran y un tercero de Ricardo que parecía que certificaba “la primera goleada” de los verdes. No sólo eran los tres goles, sino que Nacho estaba muy seguro y además el Cero Coma, nombre del equipo rival, no creaba peligro.

Quique, que hasta el momento respondía con sobriedad, no se entendió con Nacho y así llegó el 3-1. El segundo gol del contrincante llegó a los cinco minutos, pero de ahí al 3-5 en contra del Parásitos, sólo pasaron otros cinco minutos. El problema: falta de físico, algo que no se entiende cuando nadie se quiso cambiar cuando había un jugador en el banquillo.

Pero esto ya es historia, y más teniendo en cuenta que hoy jugamos a la una. Lo malo es que hasta el próximo año que vuelva Fran las posibilidades de que el Parásitos gane un partido es similar a la de ver a una hormiga haciendo calceta.

viernes, 21 de enero de 2011

CUATREROS CONTRA PARÁSITOS

Al borde de la machada. Era el otro titular que tenía preparado para la crónica del pasado domingo, y eso que perdimos 7-2. Sin embargo, a medida que ha ido evolucionando la semana y no se me ha terminado de marchar el dolor que tenía detrás de la rodilla he decidido cambiarlo.

Al final del partido contra el Orange Club, estábamos todos bastante doloridos. Tanto es así que Tony no podía apoyar, Fran acabó con la zapatilla rota y yo tenía un golpe detrás de la rodilla que si bien no era nada preocupante, se produjo cuando un jugador del equipo rival me dio una patada a la altura de la corva con un 6-2 a favor, con la pelota en el piso y cuando aún no había rebasado la línea del medio campo.

El árbitro no supo o no quiso parar la violencia del Orange Club y al final fue determinante. Con el resultado a favor del Parásitos 2-1 un miembro de los naranjas golpeó con la mano abierta a Álex que se fue al suelo. El árbitro lo oyó y lo escuchó pero no quiso pitar nada. En esa misma jugada llegó el empate a dos.

El resultado al final de la primera parte fue de 3-2 a favor de los líderes. Justo cuando comenzó la segunda mitad, el Orange Club decidió que era el momento de ampliar la ventaja y empezó a endurecer el juego. El árbitro como mucho pitaba alguna falta, pero las tarjetas se las dejó en casa y los naranjas reiteraban sus entradas a los parásitos por lo que éstos no podían acercarse a la portería rival.

Al final, el partido se cerró con un 7-2 a favor del Orange Club, con dos goles de Fran al que se va a echar mucho en falta cuando vuelva a Suecia. Por suerte, la lesión de Tony que se produjo por una entrada dura y a destiempo de los cuatreros no es grave y si nada cambia podrá jugar el partido de las 12 contra el O’donell City.

lunes, 17 de enero de 2011

LA TIERRA DEL COBO JOE’S


Hay lugares que definen una ciudad o un país. Sin embargo, el Cobo Joe’s no puede servir para esbozar como es Detroit y mucho menos Estados Unidos porque es una nación con muchos contrastes y demasiado extensa como para describirla con un bar como microclima. En cambio, el Cobo Joe’s sí sirve de refugio para los que tenemos que ir a esta fría ciudad industrial situada en el Estado de Michigan.

El sportbar que regenta ‘Ricardo’, al que me empuja a entrar mi compañero Alberto antes de que aterricemos en Estados Unidos, se erige en la orilla derecha del Cobo Center, que es donde se celebra el North American International Auto Show, y es un buen sitio para cenar una hamburguesa en una barra a la que acuden muchos hombres que se sienten solos y que durante unas horas cuentan con la compañía de las camareras y con la conversación de algunos de los compañeros de barra igualmente solitarios.

En el Cobo Joe’s hay muchas pantallas a las que casi nadie mira, deportes que son la esencia de Estados Unidos, como el fútbol americano, el hockey, o el baloncesto. Sin embargo, hay una televisión a la que la gente presta mucha atención. En ella van apareciendo números poco a poco y que salga una cifra u otra es definitivo para llevarse entre diez y quince dólares que antes ha recaudado la camarera entre los clientes del bar. Por un dólar, no hay nadie que no se anime a jugar.

Cenar una hamburguesa y ver como las cameras lanzan fuego por la boca con la ayuda de un chupito –que no se tragan- y un botellín de cerveza armado con una mecha que antes han prendido con un mechero, casi da sentido a esperar dos horas en la aduana de Nueva York para que te dejen pasar a uno de los países del mundo en los que hay mayor índice de delincuencia.

El aislacionismo de la primera potencia mundial que te hace perder cinco horas de tu vida (tres en la embajada y dos en el aeropuerto) se ve compensado, en parte, por personas como ‘Ricardo’, el dueño del Cobo Joe’s que con ayuda de alguna cerveza ejerce de perfecto anfitrión y nos regala una gorra del Detroit Red Wings, su equipo de hockey.

Este contraste es banal en comparación con el que te arroja, de forma violenta, aquel cuerpo que estaba tirado en medio de una calle más o menos céntrica de Detroit, apoyado en unos cartones y tapado con una manta totalmente inservible cuando hay 14 grados bajo cero y nieva sin compasión, un cuerpo que la gente pasa por encima sin mirar atrás. Una anécdota que olvidas cuando llegas a la zona financiera, en la que abundan los rascacielos, te cruzas con coches lujosos, y te metes en la cama de la planta 42 de un hotel que tiene 72 pisos.

Una semana en Estados Unidos no es suficiente para tener formada una opinión sobre una nación tan grande, pero la admiración mezclada con la aversión que sientes antes de ir allí se ve exagerada nada más tienes el primer contacto con este país (con el 807 que hay que marcar para que te den la información del consulado). Demasiada grandeza, mucho paranoico, ganas de ganar dinero fácil y gente muy curiosa e insensible a partes iguales son ingredientes tan diferentes que no parecen formar parte de la misma receta.

lunes, 3 de enero de 2011

MÁS QUE UN SÍMBOLO


Llevar una trenza de pelo es más que un símbolo y si la llevas durante casi 69 meses y tienes 24 años, te das cuenta de que al final ha estado en el lado derecho de tu cabeza en la época más importante de una persona: cuando empiezas a conocer mundo, eliges cuál es el camino a recorrer y con quién quieres trazarlo.

Hacer un resumen de seis años es muy complicado, pero sí que diré que mi compañera encontró detractores y amores a primera vista a partes iguales, aunque con un balance positivo. Hubo quien me habló, quien me dejó de hablar, mejor dicho quien me dejó de apadrinar, porque llevaba trenza.

También estuvieron aquéllos a los que, en un primer momento, les produjo rechazo y después se encariñaron de ella. Entre este grupo podría incluir a mi madre que el primer día me pregunto que qué era eso que me colgaba y después de dos días me preguntaba si me la podía trenzar ella.

Mi trenza ha sentido mis lágrimas, ha sonreído mis sonrisas, la he notado orgullosa cuando me iba bien y me ha otorgado pundonor cuando me sentía exhausto. Estuvo en cada segundo que disfrute en Servimedia, en cada vez que apreté los dientes en Marca o cuando me dejaba ir por los pasillos de la Cadena SER, siempre a la espera de un contrato indefinido que truncara su esbeltez.

Me ha acompañado por los barrios de París, ha regateado conmigo para rebajar un par de dirham en el zoco de Marrakech, ha pasado horas escuchando pacientemente a los cubanos del Malecón, se ha arrastrado por las cunetas de Portugal al compás de una tienda de campaña, ha admirado la Fontana di Trevi, ha llegado a ‘Lluc a peu’, ha disputado cuatro San Silvestres, ha buscado una salida de emergencia y se ha mojado con el agua de la lluvia eterna de Ámsterdam.

Hoy es el día en el que el camino de la trenza llega a su fin. Tengo un contrato indefinido en La Tribuna de Automoción/Ecoauto (como prometí) y una sonrisa esperanzadora que ofrecer a todo el que la necesite. Me esperan destinos, personas, sendas, lágrimas... sin trenza, pero con la madurez y la fuerza que he conseguido en estos seis años en los que me llamaron Avatar o Anakin. El fin de la trenza, pero el principio de algo muy importante: la continuación de mi vida.