"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 19 de diciembre de 2011

INTERRUPTUS

Perder un partido en el último minuto es una de las peores sensaciones que te pueden quedar a nivel deportivo. Un sentimiento que empeora si vienes de remontar un 5-1 y el árbitro te escatima un penalti en la jugada previa al 6-5.

Nada más empezar el encuentro contra el Nacional, a pesar de que no el Parásitos no había hecho piña inicial, Jacobo disparó desde lejos y adelantó a los verdes. El tanto de Jacobo, el primero en liga, sería la antesala de un encuentro decepcionante en la primera parte, en el que el Parásitos llegó a ir perdiendo por 5-1, regalando cuatro de los goles.

Sin embargo, la primera parte concluyó 5-2 y durante la segunda mitad llegamos a empatar a cinco, gracias a los dos goles de Chavi y a los dos de Fran. Los segundos 25 minutos no estaban siendo maravillosos, pero el Green Team se mostraba serio en defensa y arriba, a pesar de los postes, era más certero de lo habitual con lo que consiguió la igualada.

A falta de un minuto llegó la jugada decisiva: uno de los defensores del Nacional metía la mano para evitar que el balón fuera hacia la portería. El árbitro no pitó la pena máxima, mientras los parásitos se llevaban las manos a la cabeza, el Nacional marcaba el 6-5 y el colegiado señalaba el final del partido.

El siguiente encuentro será el 15 de enero, pero antes, esta semana, nos juntaremos el jueves para cenar. ¡Qué tengáis una Navidad muy verde!

*****Notas del partido*****

Enorme: El espíritu de los parásitos. Con 5-1 en otros partidos habrían bajado los brazos y les habría caído 9. En éste logramos empatar y merecimos ganar a pesar de la torrija inicial. Mención especial a Nacho que, con sus grandes paradas, nos mantuvo en el partido hasta el fallo del árbitro.

Canijo: Aunque el árbitro, que hizo un buen partido, falló clamorosamente en el momento decisivo, la actitud del ‘22’ del Nacional fue bochornosa, reclamando acciones que no tenían lugar y poniendo en riesgo la integridad de Fran porque “si no quiere lesionarse que no juegue”. Lamentable.

El tamaño no importa: A pesar de encararse conmigo durante el partido, uno de sus jugadores se disculpó al final del partido, nos dimos un abrazo y me dijo que el también era del depor. Lo que pasa durante los 50 minutos que dura el juego es una cosa, lo que pasa después debe ser otra. Un ejemplo de nobleza.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

DROMEDARIOS LOCOS, ARENA Y PIEDRA




Llegar al desierto de noche asusta. La oscuridad era bastante densa a las ocho de la tarde cuando llegamos a Zagora. Por eso, sólo veíamos el turbante de nuestro compañero que iba delante. Si era blanco, ya que si era azul, como era mi caso, ni siquiera se veía la tela que llevábamos en la cabeza. Sin embargo, como yo era el último de la comitiva de dromedarios, nadie tenía necesidad de verme.

Pasar el Atlas en minibus con 12 personas más, entre los que había tres españoles fue muy divertido. El conductor conocía la montaña a la perfección y el vehículo era bastante más ágil que el autobús en el que llegamos a Ourzazate (ciudad puerta del desierto) por primera vez hace cinco años.

Menos seguridad nos dieron los dromedarios. Cuando fuimos a montar, uno de ellos se quejaba amargamente y no quería postrarse para que subiéramos. Resulta que el animal no quería trabajar más tarde de las 8, cosa que entiendo porque los dromedarios también tienen sus derechos.

Para evitar que me tocara esa montura, que tenía pinta de estar esquizofrénica perdida, me subí de los primeros en un dromedario que parecía más dócil. A mi amigo Antonio, que se rezagó, le tocó el ‘camello loco’.

Iba confiado cuando el dromedario de uno de los colegas españoles que hicimos en el desierto, intentó montar al jorobado de una turista alemana que iba haciendo fotos sujetada sólo por las piernas. El animal objeto de la ‘violación’ pensó que delante de todo el mundo no era el mejor sitio para echar un polvo y echó a correr. Resultado: como por arte de magia (nada por aquí, nada por allá) la alemana desapareció de la joroba del dromedario y acabó en el suelo.

Hubo suerte, sólo se lastimó el pie, pero a la germana se le acabó la andadura en dromedario por el desierto. Desde ahí hasta que llegamos a la haima me agarre con fuerza a las riendas de mi mamífero como si me fuera la vida en ello. Y no me vino mal. El dromedario loco, que al final lo ataron detrás del mío y que viajaba vacío porque Antonio, con buen criterio, prefirió cambiar de montura después de ver lo que le ocurrió a la alemana, decidió morder a mi dromedario y éste echó a correr.

Conseguí agarrarme a duras penas y pedí al guía que apartase al dromedario de los dientes prominentes de mi pantorilla, y que se lo atase a la punta del capullo, pero el señor del turbante decidió que era mejor dejar al animalito donde estaba. Así que me pase el rato que quedaba, subido a los dos metros de joroba buscando la Meca en la oscuridad y esperando que el animalito zumbado no le diera por darme un bocado a la pierna.

Por fortuna, llegamos bien. Con las ingles destrozadas y un raspón en la parte de atrás del muslo porque el pelo del dromedario es muy duro y la manta que le ponen en la giba no es suficiente para proteger las piernas de un ‘guiri’ que va al desierto en pantalón corto.

La noche en el desierto fue genial. Cenamos tajin de pollo (tajin es el nombre del recipiente de barro que tiene forma de campana para conservar el calor y que hay que destapar en el momento de consumir) y después, con una guitarra, un djembe y varios bidones de gasolina vacíos, se pusieron a cantar nuestros colegas bereberes. Al rato nos pasaron los instrumentos y demostramos que los españoles (también las francesas) somos jodidamente arrítmicos. Aunque Dani, el tío, demostró muchas horas de djembe en El Retiro y fue el único que dio la talla.

Al amanecer volvimos montados hasta el bus. Al guía que sujetaba las riendas de mi camello se le escapó la cuerdecita y mi dromedario decidió ir en dirección contraria al resto de la expedición, pero en seguida controlaron al rebelde que no opuso resistencia.

Y así acabó nuestra experiencia en el desierto. La otra vez, estuve en Merzouga , ésta en Zagora y se nota que no es un desierto muy puro. Algún punto de luz en la lejanía y una mezcla de piedras y arena conforman lo que el rebautizado Jack Sparrow, llama un lugar con dunas de coca-cola (de juguete). De hecho, una vez que me fui a buscar el baño por el desierto, estando de pie detrás de la mini-duna, se me veía. Por suerte, agachado me camuflé detrás de un montón de arena y piedra que debía alcanzar una altura de menos de medio metro.

Antonio y yo abandonamos el desierto con la promesa de volver en 4X4 y cruzarlo como Alá manda, a ser posible con la compañía de Jack Sparrow.

lunes, 5 de diciembre de 2011

EL PARTIDO POR LA BORDA

Hasta ayer los partidos tempraneros nos estaban beneficiando y podría haber sido de la misma forma si un servidor que les escribe no hubiera cantado un par de veces, en el peor partido que me recuerdo de portero. El resultado final fue 1-6 a favor del Comando Puskas que se aprovechó de los fallos y que sólo jugó bien los primeros cinco minutos.

Precisamente en los primeros cinco minutos pensé que nos iba a caer una buena ya que el Comando tocaba con facilidad y con criterio. De esta forma llegó el 0-1. Imposible de parar ya que se metió con el balón en la portería. A partir de este momento el Parásitos se equilibró con los cambios y parece que controlaba mejor la situación.

El campo estaba rápido y mojado y para más inri jugábamos con un balón un poco más pequeño del habitual. Un disparo lateral, sin ningún peligro rebotó en Diego y al portero, es decir a mí, se me escapó el balón entre las piernas.

Antes del descanso en el desorden del partido, Fran consiguió de rebote acortar distancias. Con un 2-1 se debería haber llegado al final de la primera parte. Pero en otro tiro lejano, potente y bien colocado, pero lejano, no acerté a despejar y se me coló. Algunos dicen que entró por la escuadra, pero si hubiera estado en condiciones lo habría parado.

La piña llegó con retraso, como no se pudo hacer al principio del partido, se hizo en el descanso aunque no sirvió y al final el partido finalizó 1-6. El cuarto fue un fallo defensivo, el quinto de una falta indirecta lanzada desde dentro del área por juego peligroso y el sexto me pilló en el banquillo distraído y no puedo decir cómo fue.

Ahora queda mirar hacia delante. El 18 de diciembre volvemos al Breogán a las 11 de la mañana, será el último partido antes de que nos veamos en la cena de Navidad. Y gritemos el “Parásitos au au au”, en un bar.

*****Notas del partido*****

Enorme: Los técnicos que arreglan los campos de hierba artificial de fútbol 7, qué bien vendrían en el Breogán. El terreno cada día tiene más agujeros, en 2012 en vez de al fútbol vamos a jugar al golf.

Canijo: El árbitro, el mismo de la semana pasada, se movió menos que un seiscientos sobre ladrillos, y pitó lo que le dio la gana. Además se enzarzó con Ignacio al que al final del partido despeinó cariñosamente. Se gana el título de ‘canijo’ a petición del rubio que está indignado porque tiene pinta de “perverso rarete” y porque en medio del partido le amenazó con expulsarle 20 partidos por protestar reiteradamente.

El tamaño no importa: Luis llamó la atención al ‘10’ del equipo contrario por hacer teatro. El jugador del Comando le llamó idiota y el árbitro resolvió con una azul para cada uno. Al parecer el expulsado la lía habitualmente.