"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 30 de enero de 2012

OCHO HÉROES CON MALA SUERTE

Cuando los partidos son a las nueve ya se sabe lo que pasa. Espantada. El Parásitos jugó en cuadro, por las lesiones, las bajas advertidas y los que no vienen porque parece que no tienen ningún compromiso con el equipo cuando los partidos son antes de las 11.

Con un cambio, el equipo se vació en un partido físico y poco vistoso que finalizó con la enésima derrota fruto de la falta de tensión a balón parado, esta vez 3-2. En una jugada aislada Ricardo se encontró con un balón tocado por Diego y el defensa del Bar Mariano y fusiló al meta rival con la sangre fría que caracteriza al medio verde.

El primer tiempo fue bastante tranquilo para la portería de los parásitos. Sólo un tiro despejado de puños por el guardameta Pablo se pudo reseñar como una ocasión que tampoco fue clara. Ignacio cerraba y ordenaba y el resto del equipo se dejaba la piel en cada balón. Balón que un jugador del equipo blanquiceleste coló en un árbol y entre que se bajaba que no se bajaba se llegó al descanso, momento en el que me tuve que ir a echar una meadita.

Cuando envainé el tema y volví a la cancha, la pelota estaba en el círculo central y todo el mundo me esperaba. Eso es lo bueno de ser portero. Si hubiera sido un jugador de campo me habrían rapiñado el puesto, pero como era el cancerbero a nadie se le ocurrió acercase a la portería.

En esos pensamientos estaba cuando el Bar Mariano sacó un córner que no acertó a despejar Ignacio, tiraron, me dio en el muslo, y entre que no tenía muy claro donde estaba la pelota y que mis compañeros estaban empanados, volvieron a rematar. No me preguntéis cómo, pero entre diez tíos el balón acabó dentro.

En la siguiente jugada le pegaron un pelotazo al larguero que no fue gol de milagro. La una por la otra. Ahí volvió a arreciar el Bar Mariano que ya empezaba a tocar las gónadas quejándose de todos los roces y dando leñazos a tutiplén. Fue ahí cuando Riki pensó que en vez de Mariano el Bar se debía llamar Marrano.

El rival le dio la razón: “toma, para ti”, le dedicaron el gol a Ignacio, a lo que yo salí presto de la portería y al más puro estilo Oliver Kahn le dije al árbitro: “o le callas tú o le calló yo”. El tío de negro (de Pan Bendito para más señas: o me lo das o te lo quito…) se llevó la mano al bolsillo y entonces fui yo el que me callé de golpe.

A falta de siete minutos, centro de Álex cabezazo de Ignacio inapelable, espectacular. Empate a dos. Lo que me sorprendió es que Ignacio no se lo dedicara al colega que le había increpado tras el 2-1.

Ahí estábamos aguantando como podíamos, sacando un par de manos buenas, un mano a mano, etc. (Lo que ha tendido que sufrir Nacho….) Cuando en un pelotazo de su portero, el delantero del Bar Mariano empuja sutilmente a Ignacio y me la clavaron a falta de un minuto. 3-2 para los marranetes. Qué pena, porque me había sentido muy a gusto con los guantes.


*****Notas del partido*****

Enorme: Los ocho (Álex, Ignacio, Jacobo, Riki, Diego, Antonio, Chavi y Pablo) y Nacho (que si hubiera estado con el dedo en su sitio habría jugado seguro). Hicieron tres esfuerzos, levantarse el domingo antes de las ocho, venir y batirse el cobre. Gracias a los ocho.

Canijo: La actitud del Bar Mariano. Vale que te moleste perder, pero no hace falta protestar todo el rato y provocar al equipo rival. Es una liga de barrio. Nos levantamos para pasarlo bien y para hacer deporte, a alguno se le olvida…

El tamaño no importa: Uno de los tíos más tranquilos que conozco, Diego, acabó desquiciado: “joder, que no vamos con cuchillos, que no somos Pepe…” Le dijo a un tipo que estaba revolcándose por el suelo cuando apenas se le había tocado. Cuando me lo llevé para que se callara, Diego se calló.

lunes, 23 de enero de 2012

SONRÍE, OPORTO, SONRÍE


Si no fuera porque estuve hace cinco años pensaría que la gente de Oporto es callada, silenciosa y taciturna. Si no hubiera estado en 2005, creería que los portugueses son tristes y desconfiados. Sin embargo, creo que la gente de Oporto está callada, taciturna, triste y desconfiada. Diferencia entre ser y estar.

La crisis, el rescate y la deuda, pesan sobre Portugal como la espada de Damocles. Los portugueses han cambiado el gesto y la alegría por abatimiento. Los bancos, los especuladores, han acabado con la alegría de los bares y pastelerías de Portugal, con la sonrisa de los lusos.

Hombres y mujeres deambulan grises, melancólicos, subiendo cuestas y mirando el suelo empedrado. Enero de 2012 queda imposiblemente lejos de aquel julio en el que me perdí con mi hermano y tocayo por las tierras del ‘vinho verde’. Por aquellas aceras que nadie miraba y en la que me encontré a Logan, el pájaro que me hizo compañía durante un par de días y que nos abrió la puerta de la casa de Dany.

Me duele que la bella y decadente Oporto no parezca la misma ciudad. Me duele pensar que tal vez, cinco años más tarde, Dany no acoja en su casa de Matosinhos a dos españoles perdidos que vagan con una tienda de campaña. Pero sobre todo me alarma que la inaptitud de los que rigen los designios del mundo acabe con la alegría de los griegos, portugueses, italianos y españoles.

No se tiene que acabar ninguna fiesta en los países del sur porque nunca la ha habido. La alegría no es un motivo de vergüenza, sino al revés una actitud envidiable ante la vida que no tienen por qué cuestionarnos desde el norte de Europa.

Sin embargo, hay que hacer bien las cosas. Intentar timar a un turista en la ribera del Duero cobrándole 13 euros por unos entrantes que no ha pedido es pan para hoy y hambre para mañana. En cambio, prefiero recordar la ‘última cena’ en la que la camarera nos cobró de menos para que volviéramos a su bar o aquel hombre que se levantó para que pudiéramos desayunar en una mesa. Eso sí me cuadra con la filosofía de un pueblo hermano, acogedor y amigable como es el portugués.

Cualquiera que lea esto pensará que no he disfrutado de Oporto y nada más lejos. El viaje queda lleno de recuerdos, de fotografías, de tranvías (viejos y nuevos), de piedras de playa, de brindis, de francesinhas, de espirales, de sonrisas y de vaivenes. De miradas hacia el pasado, pero también hacia el futuro. Y sobre todo de un anhelo: que Oporto vuelva a ser Oporto y que vuelva a sonreír. Y allí estaré yo para contarlo.

martes, 17 de enero de 2012

LAS BIBLIAS A LAS ALCANTARILLAS


No sé cómo han llegado a la situación donde la vida les ha abandonado, pero tampoco me importa. Nadie merece tener que buscar el calor que desprende el vapor que sale de las alcantarillas de Detroit. En esta ciudad de Michigan, fronteriza con Canadá, hombres y mujeres se tumban cada noche de invierno en las tapas de las alcantarillas porque son las zonas del suelo más calientes.

Duermen en medio de la calle y, mientras, los transeúntes que pasean por Detroit les pasan por encima sin ni siquiera preocuparse en sortearles por los laterales. En la misma calle, tal vez 200 metros más abajo, se encuentra el segundo hotel más alto de Estados Unidos, el Marriot que tiene 72 plantas y donde una habitación doble ‘humilde’ cuesta 220 euros la noche. No quiero ni pensar lo que costará una suite.

Tal vez a 200 metros de donde tres hombres negros y una mujer de la misma raza duermen sin techo, una ‘persona’ funde en una noche el dinero con el que otro viviría tres meses. Ese individuo, que hace una hora pasaba por encima de los cuatro cuerpos acurrucados al raso y que ni siquiera ha reparado en ellos, abre el cajón de su lujosa suite y saca la Biblia que hay en todos los cajones de todas las habitaciones de la mayoría de hoteles de Estados Unidos.

Sin embargo, los cuatro negros que en la misma calle se calientan al vapor de la alcantarilla, que por cierto huele mal, no tienen ni una Biblia ni un Dios al que rezar ni en el que creer. El país que pide que Dios bendiga América, olvida lo que predicó el ‘hijo del señor’: “reparto de la riqueza y amor hacia los pobres”.

Lo que está claro es que ni Dios ni la Biblia han llegado a las tapas de las alcantarillas de Detroit donde este año, por suerte, el frío es más misericordioso que el año pasado.

lunes, 16 de enero de 2012

REYES, OTRA VEZ

Regalos, ofrendas, epifanías, obsequios, cesiones… Ya está. Cinco palabros para definir cada uno de los cinco goles que el Parásitos cedió al Txucla. Al final, si a los cinco fallos le añades dos goles a balón parado sale un resultado de 7-1, ya que Dieguito maquilló el marcador.

El Parásitos salió frío en el primer partido tras el parón invernal y lo pagó con una sangría de goles que llegaron en la primera parte. Imprecisos en los pases, fallones al sacar la bola desde atrás y lentos y sin intensidad en la defensa.

Los primeros 25 minutos del partido se cerró con un 5 a 1, ya que Diego cabeceó al fondo de la red un balón colgado en un corner en lo que fue la única ocasión clara de los verdes.

La segunda parte fue un poco más igualada, pero aún así el Txucla incrementó la distancia hasta el 7-1. El árbitro, al que le salvamos el puesto de trabajo hace un año, perdió los papeles pero no influyó en el marcador que volvió a devolver al Parásitos a la realidad de cada domingo.

*****Notas del partido*****

Enorme: Nacho. El portero del Parásitos salvó en innumerables ocasiones el pellejo de los verdes. Demasiado esfuerzo del arquero para un resultado tan pobre. Sin embargo, el hecho de ver a Nacho parando, como lo hizo el domingo, ya merece levantarse a las 10 de la mañana.

Canijo: De portería a portería… El meta del Txucla protestó al árbitro los saques de banda del Parásitos. No se quejó de que el colegiado indicara de manera equivocada los fuera de banda, sino la forma de sacar de los jugadores. Cuando vas ganando 5-1 hay cosas que no se protestan y más si no influyen en el devenir del juego. Lo cierto es que los rivales, a pesar de lo abultado del resultado fueron teatreros y llorones. La protesta del portero desquicio al árbitro que perdió los papeles.

El tamaño no importa: Diego volvió a demostrar compromiso con el equipo. No sólo por meter su primer gol del año, sino por acudir a su cita con los verdes y dejarse la piel, un domingo más, a pesar de que había fallecido la madre de su mejor amigo. Grande Diego.

martes, 3 de enero de 2012

LA MEJOR FORMA DE ACABAR EL AÑO


Cada año se convierte en un reto más duro. No sólo porque en los cinco años que he corrido la San Silvestre Vallecana he intentado rebajar la marca, también se endurece porque cada edición hay más gente (en ésta 36.000 personas) y porque mi hermano, a pesar de que cada año es un año más viejo, parece que cada 365 días rejuvenece.

Sigo disfrutando como el primer día y seguiré dejándome la piel cada 31 de diciembre hasta que el cuerpo aguante, ya que aunque me quede sin plaza correré sin dorsal. Pero también reconozco que en mi quinta San Silvestre ha sido en la que más me ha costado aguantar el ritmo de mi hermano en la última cuesta.

Antonio me decía, “sigue al chaval ese que lleva un buen ritmo” y yo, que iba que no veía, pensaba “de qué chaval me habla” y todo porque el capullo de mi hermano, que es bastante más ligero que yo e iba dando sus saltitos cuesta arriba, no me decía sigue al calvo.

Al final de la carrera llegamos de la mano con 43 minutos de marca en el puesto 2.082 y 2.086, con lo que volvíamos a batir el récord del año pasado en algo más de un minuto veinte. Correr con mi ‘hermigo’ es un placer, pero más cuando ves que está a tu lado a las duras y a las maduras.

El 31 de diciembre vi a mi hermano pararse entre el tumulto en el Paseo del Prado para que me atará la zapatilla derecha porque “había pinchado”, me di cuenta de cómo bajaba el ritmo entre el kilómetro ocho y el nueve porque mis 82 kilos lo pasaban mal subiendo la Avenida de la Albufera, pero sobre todo noté como apretaba los dientes en el último kilómetro para no perder comba cuando el terreno era plano y yo entregaba el último gramo de fuerza para bajar la marca del 2010.

Mi hermano un año más estuvo a la altura y yo haré lo posible para seguir su ritmo y para que mis hermanas, Marta y Lucía, no nos adelanten porque vienen pegando fuerte (este año han hecho 50 minutos). Así que, si Silvestre quiere, a los cuatro nos queda cuerda para rato. Qué bueno poder abrazarles antes y después de sudar una camiseta que este año era blanca.