"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 31 de mayo de 2010

AÚN QUEDAN NIÑOS


Tenía ganas de escribir este texto. Hace no mucho tiempo tuve la fortuna de compartir un fin de semana con niños de verdad. Sí, con ese tipo de niños que hacen mil preguntas para las que no sueles tener respuestas, y que te obligan a inventarte historias, esos pequeños que te hacen correr de un lado al otro detrás de ellos y que, a veces, cuando se acaba el día y te sientas maldices sus ganas de juego porque a ti ya no te llegan las pilas.

Sin embargo, no dejas de interactuar con ellos porque notas que te lo agradecen y porque de alguna forma estás obligado. No dar una respuesta a un niño es crearle mil incertidumbres, no jugar con ellos es hacerles creer que ya no les importas. Me gusta que queden niños que te intenten engañar para repetir cuando comen macarrones, pero que se escaqueen de comer pescado. Un crío tiene que ser espabilado y pícaro.

Pero aún me maravilla más que cuando le preguntas dos veces por algo, a la tercera no te mienten y reconocen que te estaban engañando. Los adultos no solemos reconocer una falacia aunque nos pillen con las manos en la masa.
De alguna forma sacan lo mejor de ti, porque te exigen que les des una explicación. Nunca les vale un “porque no” o un “porque sí” y esa inquietud deberíamos mantenerla toda la vida. La exigencia de hacer preguntas y de buscar respuestas.

Un pueblo de Toledo, Boys Scouts, una granja escuela, lobatos (niños de 8 a 11 años), castores (de 6 a 8)… Dicho de otra forma niños inquietos o padres que quieren desembarazarse de sus hijos durante un fin de semana, pero al fin y al cabo chavales que se alejan de ordenadores, de móviles y también de la ciudad y que caminan por un sendero lleno de barro, sin más pretensión que la de hacer ejercicio y conocer mejor la tierra.

Me gusta que queden niños como Jaime o Sergio a los que te cansas de perseguir porque les encanta sacar de quicio a sus monitores. Al final, aunque sean unos ‘trastos’, son cariñosos y educados cuando tienen que serlos. A los niños hay que incentivarlos y no sólo les tienes que decir lo que hacen mal, también es necesario que se les diga lo que hacen bien.

Lo pasé muy bien hace unas semanas y quería contártelo. Para los niños –como llevo una trenza de pelo fina en el lado derecho- soy Avatar o Anakin. Pero prefiero pensar que me recuerdan como el Scout (a pesar de no tener un pañuelo que me acredita como tal) que les hizo sonreír, les escuchó y les respondió a las 1000 preguntas que no tenían respuesta. Por suerte, aún quedan niños. No perdamos la paciencia.

lunes, 24 de mayo de 2010

HISTORIA DE UN CARTEL


Éste es el correo que mandé a mi mejor amiga hace dos años, afortunadamente hemos sabido conservar la relación, pero no siempre pasa igual:

"Se llamaba Maite, igual alguna vez te he hablado de ella o igual no, era mi mejor amiga cuando tenía 15 años. Maite pasaba todas las tardes sola con su hermana, aunque no es demasiado cierto porque siempre estaba rodeada de gente. Se puede decir así, porque es difícil considerarlos amigos.

Maite vivía al lado de la plaza de Dali, un lugar donde pasábamos las tardes rodeados de más gente, cuando hacia frío todos nos refugiábamos en casa de Maite, jugábamos a la play, echábamos unas risas...

El caso es que pasado un tiempo, por razones que aunque semejantes son diferentes y que además no me apetece escribir, entre otras cosas, porque está en la nebulosa del pasado... Nos empezamos a distanciar. Recuerdo que Maite se empezó a arrimar bastante a una conocida mía que se llamaba Alicia, y que después empezó a salir con un colega mío al que le llamábamos Checa. Y seguro que pasó algo más, porque empezamos a tratarnos de forma diferente.

Un día Maite me dijo que se iba a vivir, por un tiempo, con su padre, me sonó mal porque su padre era escolta en Bilbao, no se si se codeaba con las élites, pero igualmente estaba en el punto de mira.... No me apeteció pedirla la dirección, no estaba seguro que se la supiera y mucho menos de que me la quisiera dar. Así que nada, un abrazo y un recuerdo.

Un tiempo después vi a Checa, su novio, y me dijo que lo habían dejado hacia bastante tiempo. Sospeché que Maite por vergüenza por haberme dejado tirado no me dijo nada de que volvía a estar sola. Yo soy igual de culpable que ella, nunca le pregunté como le iba o si necesitaba algo, yo me limité a guardar silencio y a esperar su llamada....

Alguna vez pase por su calle a ver si había decidido volver a su casa con su madre, pero nunca supe nada de ella ni de su hermana Mar.

Ayer, pasé por casa de Maite, era domingo y volvía de ver las bicis en el corte inglés de Goya, era pronto para meterme en casa y tarde para andar solo por la calle. Pensé que igual se acordaba de mí, que igual tenía un abrazo y que quizás estaría dispuesta a escuchar mis disculpas y mi historia. En la puerta, una chica volvía con una maleta, seguramente de vacaciones, la saludé y me devolvió el saludo.

Llamé al 4º izquierda del número 21, parece mentira que después de tanto tiempo me acordase tan bien de donde vivía mi amiga, mi mejor amiga, habían pasado 5 años...
Toqué el timbre y me imaginé la cara de Maite preguntándose quién sería un domingo a las 21.00.

Una ilusión, porque nadie me cogió el telefonillo. Entonces, mire hacia arriba y busqué la ventana desde la que Kuko había tirado una botella de 'whisky' vacía, por la que multaron a la pobre Maite.
De Maite, la botella y su ventana sólo quedaba un cartel que ponía "SE VENDE".

(Esta claro que cuando te distancias de alguien corres el riesgo de encontrarte un puñetero cartel)"

viernes, 7 de mayo de 2010

EL MITO DEL FUNCIONARIO


Cuenta la leyenda que los funcionarios son personas que no suelen hacer mucho, que se quejan bastante y que como norma general no cobran mal. De ellos, se dice que hasta se echan desodorante en el dorso de la mano, porque es lo único que les suda como motivo de que su trabajo consiste en eso: enfundarse las manos debajo de los sobacos.

Hay quien dice que hasta alguno de ellos tuvo que buscar la palabra sudor en el diccionario y que la primera vez que les brotó este líquido por la frente se asustaron bastante. Son las 21.30 y estoy trabajando, no, no soy funcionario. Soy periodista y en nuestro gremio se supone que a veces no tenemos horarios, como principal consecuencia de que la información surge a cualquier hora y de que los cierres de números a veces nos pillan en ropa interior femenina.

Sin embargo, hoy me he encontrado a dos funcionarios trabajando, como yo, a pesar de que era viernes por la tarde-noche. Los dos extraños sujetos pertenecen a diferentes gabinetes de comunicación uno al del Ministerio de Industria y otro a la Consejería de Industria del Gobierno de Aragón. Estoy a la búsqueda de un médico de cabecera para que trate la enfermedad de estos dos personajes, pero por aquello de que son funcionarios no hay ninguno a la vista.