"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

DROMEDARIOS LOCOS, ARENA Y PIEDRA




Llegar al desierto de noche asusta. La oscuridad era bastante densa a las ocho de la tarde cuando llegamos a Zagora. Por eso, sólo veíamos el turbante de nuestro compañero que iba delante. Si era blanco, ya que si era azul, como era mi caso, ni siquiera se veía la tela que llevábamos en la cabeza. Sin embargo, como yo era el último de la comitiva de dromedarios, nadie tenía necesidad de verme.

Pasar el Atlas en minibus con 12 personas más, entre los que había tres españoles fue muy divertido. El conductor conocía la montaña a la perfección y el vehículo era bastante más ágil que el autobús en el que llegamos a Ourzazate (ciudad puerta del desierto) por primera vez hace cinco años.

Menos seguridad nos dieron los dromedarios. Cuando fuimos a montar, uno de ellos se quejaba amargamente y no quería postrarse para que subiéramos. Resulta que el animal no quería trabajar más tarde de las 8, cosa que entiendo porque los dromedarios también tienen sus derechos.

Para evitar que me tocara esa montura, que tenía pinta de estar esquizofrénica perdida, me subí de los primeros en un dromedario que parecía más dócil. A mi amigo Antonio, que se rezagó, le tocó el ‘camello loco’.

Iba confiado cuando el dromedario de uno de los colegas españoles que hicimos en el desierto, intentó montar al jorobado de una turista alemana que iba haciendo fotos sujetada sólo por las piernas. El animal objeto de la ‘violación’ pensó que delante de todo el mundo no era el mejor sitio para echar un polvo y echó a correr. Resultado: como por arte de magia (nada por aquí, nada por allá) la alemana desapareció de la joroba del dromedario y acabó en el suelo.

Hubo suerte, sólo se lastimó el pie, pero a la germana se le acabó la andadura en dromedario por el desierto. Desde ahí hasta que llegamos a la haima me agarre con fuerza a las riendas de mi mamífero como si me fuera la vida en ello. Y no me vino mal. El dromedario loco, que al final lo ataron detrás del mío y que viajaba vacío porque Antonio, con buen criterio, prefirió cambiar de montura después de ver lo que le ocurrió a la alemana, decidió morder a mi dromedario y éste echó a correr.

Conseguí agarrarme a duras penas y pedí al guía que apartase al dromedario de los dientes prominentes de mi pantorilla, y que se lo atase a la punta del capullo, pero el señor del turbante decidió que era mejor dejar al animalito donde estaba. Así que me pase el rato que quedaba, subido a los dos metros de joroba buscando la Meca en la oscuridad y esperando que el animalito zumbado no le diera por darme un bocado a la pierna.

Por fortuna, llegamos bien. Con las ingles destrozadas y un raspón en la parte de atrás del muslo porque el pelo del dromedario es muy duro y la manta que le ponen en la giba no es suficiente para proteger las piernas de un ‘guiri’ que va al desierto en pantalón corto.

La noche en el desierto fue genial. Cenamos tajin de pollo (tajin es el nombre del recipiente de barro que tiene forma de campana para conservar el calor y que hay que destapar en el momento de consumir) y después, con una guitarra, un djembe y varios bidones de gasolina vacíos, se pusieron a cantar nuestros colegas bereberes. Al rato nos pasaron los instrumentos y demostramos que los españoles (también las francesas) somos jodidamente arrítmicos. Aunque Dani, el tío, demostró muchas horas de djembe en El Retiro y fue el único que dio la talla.

Al amanecer volvimos montados hasta el bus. Al guía que sujetaba las riendas de mi camello se le escapó la cuerdecita y mi dromedario decidió ir en dirección contraria al resto de la expedición, pero en seguida controlaron al rebelde que no opuso resistencia.

Y así acabó nuestra experiencia en el desierto. La otra vez, estuve en Merzouga , ésta en Zagora y se nota que no es un desierto muy puro. Algún punto de luz en la lejanía y una mezcla de piedras y arena conforman lo que el rebautizado Jack Sparrow, llama un lugar con dunas de coca-cola (de juguete). De hecho, una vez que me fui a buscar el baño por el desierto, estando de pie detrás de la mini-duna, se me veía. Por suerte, agachado me camuflé detrás de un montón de arena y piedra que debía alcanzar una altura de menos de medio metro.

Antonio y yo abandonamos el desierto con la promesa de volver en 4X4 y cruzarlo como Alá manda, a ser posible con la compañía de Jack Sparrow.

2 comentarios:

  1. Qué bueno!

    Yo estuve en el desierto en Egipto, y guardo un recuerdo imborrable...

    He llegado a este blog a través del 20 Minutos; me gustaría invitarte al mío, por si encuentras algo de tu interés (eso espero :)

    Un saludo,

    Jose


    http://josearnedo.blogspot.com

    "The good life is one inspired by love and guided by knowledge"
    http://josearnedo.blogspot.com/2011/04/bertrand-russell-what-i-believe.html

    "La evolución moral de occidente ha sido mucho menor que la material"
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    "El hombre es el único animal que sólo ve lo que quiere ver" "Toda sociedad da por supuesto que sus pautas de conducta son naturales y buenas" "Traspasemos lo existente: el futuro no es una mera prolongación del presente" [...]

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  2. Gracias por tu comentario, Arnedo. Cuenta con una visita por tu blog. Un abrazo y gracias por leerme.

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