"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 17 de enero de 2011

LA TIERRA DEL COBO JOE’S


Hay lugares que definen una ciudad o un país. Sin embargo, el Cobo Joe’s no puede servir para esbozar como es Detroit y mucho menos Estados Unidos porque es una nación con muchos contrastes y demasiado extensa como para describirla con un bar como microclima. En cambio, el Cobo Joe’s sí sirve de refugio para los que tenemos que ir a esta fría ciudad industrial situada en el Estado de Michigan.

El sportbar que regenta ‘Ricardo’, al que me empuja a entrar mi compañero Alberto antes de que aterricemos en Estados Unidos, se erige en la orilla derecha del Cobo Center, que es donde se celebra el North American International Auto Show, y es un buen sitio para cenar una hamburguesa en una barra a la que acuden muchos hombres que se sienten solos y que durante unas horas cuentan con la compañía de las camareras y con la conversación de algunos de los compañeros de barra igualmente solitarios.

En el Cobo Joe’s hay muchas pantallas a las que casi nadie mira, deportes que son la esencia de Estados Unidos, como el fútbol americano, el hockey, o el baloncesto. Sin embargo, hay una televisión a la que la gente presta mucha atención. En ella van apareciendo números poco a poco y que salga una cifra u otra es definitivo para llevarse entre diez y quince dólares que antes ha recaudado la camarera entre los clientes del bar. Por un dólar, no hay nadie que no se anime a jugar.

Cenar una hamburguesa y ver como las cameras lanzan fuego por la boca con la ayuda de un chupito –que no se tragan- y un botellín de cerveza armado con una mecha que antes han prendido con un mechero, casi da sentido a esperar dos horas en la aduana de Nueva York para que te dejen pasar a uno de los países del mundo en los que hay mayor índice de delincuencia.

El aislacionismo de la primera potencia mundial que te hace perder cinco horas de tu vida (tres en la embajada y dos en el aeropuerto) se ve compensado, en parte, por personas como ‘Ricardo’, el dueño del Cobo Joe’s que con ayuda de alguna cerveza ejerce de perfecto anfitrión y nos regala una gorra del Detroit Red Wings, su equipo de hockey.

Este contraste es banal en comparación con el que te arroja, de forma violenta, aquel cuerpo que estaba tirado en medio de una calle más o menos céntrica de Detroit, apoyado en unos cartones y tapado con una manta totalmente inservible cuando hay 14 grados bajo cero y nieva sin compasión, un cuerpo que la gente pasa por encima sin mirar atrás. Una anécdota que olvidas cuando llegas a la zona financiera, en la que abundan los rascacielos, te cruzas con coches lujosos, y te metes en la cama de la planta 42 de un hotel que tiene 72 pisos.

Una semana en Estados Unidos no es suficiente para tener formada una opinión sobre una nación tan grande, pero la admiración mezclada con la aversión que sientes antes de ir allí se ve exagerada nada más tienes el primer contacto con este país (con el 807 que hay que marcar para que te den la información del consulado). Demasiada grandeza, mucho paranoico, ganas de ganar dinero fácil y gente muy curiosa e insensible a partes iguales son ingredientes tan diferentes que no parecen formar parte de la misma receta.

2 comentarios:

  1. joe hermano què bien escribes maxo..leerte es un gusto. Ahora puedo imaginar mejor cómo debe ser eso de pisar Detroit.

    pablete

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  2. no habia ningun forajido o cuatrero por ahi?jeje,a mi me daria yuyu ir alli,no me gustan mucho los yanquis,,un abrazo.tony gallagher

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