"Si no podemos vivir juntos, moriremos solos"
Jack Shephard (Lost)

lunes, 12 de octubre de 2009

LOS HIJOS DE

Hablar con el portero es una costumbre tradicional en España y lejos de criticarla, como mi admirado Larra, la defiendo y la reivindico. Qué sería de los conserjes de nuestro país si no tuvieran ese momento de ‘no aburrimiento’ que se da al comentar la climatología de toda la semana con el primero que pasa por el portal.

Ayer quien pasaba era un barrendero que tenía un cierto aire a Buenafuente, aunque menos corpulento y más joven. La edad no se la pude calcular bien, y aunque aparentaba veintipocos, cuando me dijo que llevaba diez años limpiando nuestras calles y que estaba casado, pensé que mis especulaciones eran bastante erróneas.

Eran más o menos las 8 de la tarde, iba ya a cerrar el portal, cuando empecé a hablar con el funcionario de marras. En seguida empatizamos porque estábamos de acuerdo en que había mucho ‘hijo de’ que se aprovechaba de su estatus para putear a los que tienen que currar. Es decir, a él, a mí y seguramente a tí.

La historia que quería contar hoy en la sección “nadie pase sin hablar con el portero, por favor” la voy a comenzar tres párrafos más tarde porque era necesario hacer unas aclaraciones previas. Al parecer, el colega en cuestión a parte de ser barrendero gestiona una empresa de aparcacoches, que además se dedica a la noche y más en concreto a las discotecas de moda en las que muchos ‘pijos hijos de’ cercenan las veladas madrileñas.

No sé cuando le pasó, ni me importaba, sólo intuía que mi compañero de conversación había tenido un incidente con un ‘niño de papá’ porque hablaba dolido de este colectivo. Así que le pregunté si alguna vez había tenido algún problema. A lo que me contestó:

Una noche tenía mi coche aparcado entre los de mis clientes, cuando un chaval empezó a abollarme el capo con el tacón de un zapato de mujer que “no sé bien de donde lo había sacado”. Al parecer, al barrendero se le iba calentando la sangre con cada golpe que el chico daba en el coche. (Le entendí perfectamente porque me pongo en su situación y no me habría gustado ver a alguien maltratando a Ramona, mi bicicleta). Así que el barrendero-aparcacoches cogió al muchacho por el pecho y le “reventó la cara”.

Resultado de la agresión: un coche abollado, el hijo de un concejal (no sabemos de que partido) sangrando como un cerdo, un abogado bien pagado buscándole las cosquillas a trabajador y una denuncia que le acusa de “intento de robo con intimidación”, a pesar de que lo único que quería robarle era el zapato para que no siguiera hundiéndole el tacón en el capó.

Conclusión (sin ánimo de defender una actitud violenta): si ves a algún capullo que te está haciendo una faena, antes de reaccionar, pregúntale de quien es hijo, si se puede pagar un buen abogado y olvídate del artículo de la Constitución que dice que todos los españoles somos iguales.

1 comentario:

  1. jajajajaja muy buena la historia del barrendero, y qué sincera, porque es verdad que antes de agredir a alguien (y que conste que yo soy la persona mas pacífica del mundo y que nunca he agredido, ni me han agredido) debes verificar qué te va a salir más caro, si el ir al taller y que te arreglen el capó o la hostia que le des al susodicho "pijo hijo de .." aunque una cosa te digo, seguro que el señor barrendero se quedó muuuy a gusto jejejeje, en fin, muy bueno el post. Un beso y un saludo!!!, Sheyla

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