
Llámenme socialista si quieren. Como afirmo en el perfil de este blog no me gustan las etiquetas, pero si el precio de defender la existencia de un estado fuerte es recibir el apelativo de socialista lo aceptaré encantado. Comunista no, por favor. Creo en la democracia y el único pensamiento único (sándwich de único con pensamiento) que puedo defender es que el ser humano, por serlo, tiene que tener las mismas oportunidades y derechos con indiferencia del lugar en el que nazca. Supongo que gracias a esta última apreciación me llevaré la pegatina de utópico.
Si alguno se pregunta porqué pido más estado, es porque la administración pública que yo me imagino está lejos de ser un ente opresor que se dedique a recaudar para mantener una oligarquía de funcionarios ajenos al funcionamiento de la sociedad. El estado que yo defiendo es aquel que garantiza la salud, la educación, la justicia y la seguridad de todos los hombres y mujeres del planeta y para ello hace falta un buen mecanismo de redistribución de las rentas.
Hay muchos que dicen “más mercado y menos estado” y luego tiene que venir la administración pública de un país llamado España a solventar la papeleta de un individuo como Díaz Ferrán que deja tiradas a más de 7.000 personas en varios aeropuertos de nuestro país y Suramérica en los días previos a Navidad. El representante de los empresarios españoles tiene la poca vergüenza de ir dando lecciones sobre deuda pública y medidas económicas a un presidente del Gobierno que ha sido elegido por muchos millones de personas (aunque pueda pesar a varios millones de españoles también) y luego no ser capaz de gestionar una empresa del tamaño de Air Comet. (Eso sí, para gastarse miles de euros en una joyería del barrio Salamanca muy arruinado no está). Tal vez por eso le gustaría que los trabajadores estuvieran menos protegidos para, como ya ha hecho, no pagarles cuando quisiera.
Más estado es lo que pedían los 46 millones de estadounidenses (15% de la población) que no tenían acceso a la sanidad y que ahora empiezan a ver la luz gracias a Obama y a que el día de Nochebuena se llegó a un acuerdo en el Senado de EEUU para que las aseguradoras garanticen los servicios médicos a 31 millones de norteamericanos más. Todavía queda mucho camino y aún mucha gente quedará en la cuneta porque el pueblo de Estados Unidos se opone mayoritariamente a la creación de una sanidad pública para todos. Nunca he comprendido esta idea, pero supongo que habrá que estar en el país americano para poder defender más inversión en el ejército y menos en sanidad.
Los secuestros fuera de nuestras fronteras, las pensiones por invalidez o por jubilación, los juicios a malhechores y las prestaciones por desempleo son varios de los ejemplos que ilustran la necesidad de un estado fuerte. Llámenme lo que quieran pero hagan el favor de pensar que sería de la sociedad si no existieran administraciones públicas que garantizaran el fracaso de la frase de Hobbes (“el hombre es un lobo para el otro hombre”). Porque el hombre –la mujer- es bueno por naturaleza, pero es que a veces se tuerce.